Aracataca y el Festival Macondo
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Un viaje inesperado, Aracataca-Macondo y su festival

25 de Abril, 2025
8 min lectura
Frederick Bejarano
Frederick Bejarano Sanchez
Director Cultores.org

En ocasiones, solo nos separa un viaje de tomar grandes decisiones. Esta vez no fue a un lugar cualquiera, fue el lugar donde nacería un nuevo amor. El amor por un paisaje nuevo, por un río, por el canto de las aves y por hermosas figuras que se entrelazan con los sueños. El amor por cada uno de sus personajes, que habitan un espacio por ahora olvidado.


Algunos de estos personajes todavía atrapados en un cuento, algunos se saben de memoria la historia de ese hombre que con sus libros y con sus historias mágicas, supo ser galardonado por traer a la memoria del resto cómo él veía su pueblo.


Aracataca, o Macondo es hoy en día un lugar habitado por alrededor de 40 mil almas. Almas que todavía saben hacer sentir al forastero como en casa.


Ni bien llegué allí, sabía que lo del realismo mágico no es solamente un cuento, es una forma de ser de un pueblo que se resiste al olvido.


Sus casas, todavía pintadas algunas con la cara de un personaje literato, que supo hacer de este lugar, una historia bien contada.


Me hospedé en un hostel recomendado con cariño, de esos cariños que con miedo a abrirse todavía, susurran en secretos indirectos los sitios escondidos, sabiendo que me recibirían muy bien.


Lo primero que sentí al entrar fue un calor tremendo, las casas en la costa guardan el calor del día y al entrar en ellas te haces conductor térmico de estas mismas.


Salí a buscar comida, me atendió un pelado. Él mismo cocinaba lo que me haría calmar el hambre que cargaba desde el Valle, tras un vuelo de hora y media, un viaje en taxi, otro en bus y por último uno en moto. Me sentí de nuevo el cuasi-mochilero que en su momento fui al recorrer Sur América en la ilusión de mi juventud.


Di un pequeño recorrido nocturno hasta el parque principal. Todavía había gente en la calle dando vueltas, habitando un sitio que nunca imaginé conocer y que hoy tengo el gusto de llevar en el mango.


No me olvidé de la consigna que me llevaba hasta allí. La Misión Aracataca y su Festival Macondo.


La Misión Aracataca... juemadre, suena a algo serio. Y sí que lo es. Nada más y nada menos que reivindicar un pueblo para muchos olvidado. Retratado en una serie que ni crédito le da y que se hizo en varios sitios, menos en el original.


¿La primera etapa de la Misión? Encontrarnos en La Casa Museo Gabriel García Márquez. Un lugar reconstruido, que fiel a su historia alberga artefactos tan antiguos como el mismo pueblo.


A la cita, esperaban ilustres personajes. Uno de ellos se encarga de retratar paisajes y realidades que aparecen delante de su lente. Y por eso la consigna no por menos para esta primer etapa fue esa: retratar a través de un lente los lugares emblemáticos del pueblo.


Primero éramos pocos, hasta que llegaron varios grados de colegios locales. Y ahí estaba yo, rodeado de almas jóvenes, sonrientes, recocheros, el futuro Macondiano.


Caminamos por el pueblo. Parecía que tanto para ellos como para mí, los lugares que visitábamos eran nuevos, o por lo menos redescubiertos.


Tomamos muchas fotos. ¿Y yo? Yo estaba sonriente, no cabía de la dicha, me sentí uno con el universo. Hasta entrevista me hicieron unos pelados. A mí, que ni mucho hablo con los conocidos, ahora imagínate junto a nuevos. Lo cierto del caso es que fluí como el agua, aunque en este momento ni me acuerdo qué le dije al joven que me hizo la entrevista.


En un momento llegamos al arroyo. "¿Se puede bañar aquí?", pregunté. Su respuesta fue afirmativa. Pensé por un segundo dejar al grupo, bajar las escaleras y pegarme un chapuzón. Pero me detuvo la vocecita en la cabeza diciendo: "¿Qué haces güeva?, si te metés allí caluroso te torcés".


Al final del recorrido y con el corazón lleno y contento, pero con espacio para más, me dirigí a La Casa del Telegrafista. Allí, nos estarían esperando para arrancar el proceso de Mesa de Trabajo al cual fuimos a presenciar.


La mesa de trabajo era grande. Alrededor de cincuenta personas. Ansiosas todas por ver con qué salían estos cachacos.


Cuando entré, vi a una de las almas más hermosas del recinto. Me hice el loco por un instante de que no la había visto, y esperé con gran agrado roce de mejillas que duró micro-segundos, pero sacó chispas que iluminaron el lugar. Me dijo hola, y al marcharse me tiró: "¿Y el pelo?, te rapaste". Y yo sin saber qué decir, lo primero que solté entre risas fue un: "No, se cayó ya, jaja". La hice reír, "eso es bueno", pensé, y mi corazón también rió a la par.


Tomé asiento. Tal cual como alguien más de la zona. Y allí estaba yo. Entre profesores, artistas, artesanos, campesinos... cultores y cultoras. Todos con una mezcla de ansiedad y alegría por que estuviéramos allí y continuar con la misión.


El maestro de la ceremonia, un genio total. Me grabé cada paso del ejercicio grupal, fue capaz de quitar la pena de los asistentes, o por lo menos la mía. Y hubo ideas, propuestas, discusiones vainazos y agua, mucha agua. Apenas para ese calorcito que hace en tan lindo lugar.


Gracias a esa ceremonia se capturó casi por completo el alma de lo que va a ser un festival tan importante como el mágico lugar donde se va a albergar.


Y sí, todo esto es para decir que vamos a tener un festival el 2 y el 3 de Agosto del 2025 en Aracataca, el Festival Macondo.


Esto es un proyecto en desarrollo co-creado con la comunidad, La Fundación Gabo, La Fundación Paz y Reconciliación y la Gobernación del Magdalena. Y yo, yo me colé y estoy haciendo la parte digital.


Te invito a seguir con atención el desarrollo de este proceso. Esperamos verte pronto, bailando músicas del Caribe y compartiendo un poquito o mucho de este legado que nos dejó Gabo, poniendo en el mapa un pueblo mágico, lleno de gentes lindas y una cultura invaluable.


Hasta pronto.

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